[La Serena] "No puedo dormir después de escuchar cómo la mató". Gloria Alfaro, madre de Claudia Vivaceta, víctima de femicidio. Claudia pensó que Sergio iba a cambiar, pero se equivocó. Él le regaló una última golpiza y veinte puñaladas. Hace unos días fue condenado a presidio perpetuo simple. La Ley de Violencia Intrafamiliar que entró en vigencia hace un año empezó a hacer justicia. Esta es la primera querella por femicidio donde el Sernam es querellante.
Gloria Alfaro intentó tres veces cruzar la puerta del Tribunal Oral de La Serena. Sólo el último día del juicio a Sergio Donoso, el hombre que mató a su hija después de darle más de veinte puñaladas, se envalentonó. Sólo quería escuchar la sentencia. "No puedo dormir después de escuchar cómo la mató. ¡Cómo habrá sufrido la pobre! Y pensar que mi nieta vio todo", se lamenta.
El dictamen de cadena perpetua simple -20 años de cárcel sin acceso a beneficios- no ahogó su rabia. "No puedo ver a ese hombre. Fue terrible sólo mirarlo. No merece vivir". La condena tampoco menguó su temor. "Tengo miedo. Él amenazó a mi nieta y a mí", relata. Los padres de Claudia Vivaceta, de 25 años, esperaban una sentencia mayor. Algo definitivo. Querían la certeza de que el asesino de su hija se iba a secar en la cárcel.
Claudio, el padre, se lamenta por eso. Y por la falta de tiempo. Cuenta que su hija había tomado la decisión de no seguir con su marido porque estaba harta de los golpes. "Ella tenía listos los papeles para presentar un recurso de protección para ella, su hija y nosotros", dice. Pero Claudia no alcanzó a hacerlo.
"Mi Hija Se Quería Separar"
Irónicamente, Sergio y Claudia se conocieron en la iglesia evangélica. "Ahí le vio la carita de cordero", cuenta su padre. Él era nueve años mayor y la deslumbró con su experiencia. El 24 de mayo de 2002 se casaron y al año nació Sara, la única hija. Claudia había estudiado secretariado y había realizado su práctica en el Instituto Nacional de Estadísticas, INE. Pero en el último tiempo hacía el aseo en el Liceo Fernando Binvignat de Tierras Blancas, en Coquimbo.
Él estaba sumido en la frustración de un hombre que pierde el trabajo y el control. "Nunca trabajó. Si hizo pololitos, era para tomarse la plata", acusa Claudio. Los golpes a Claudia se repetían en el último tiempo. "Ella tenía la esperanza de que él iba a cambiar. Yo le reproché que se relacionara con él porque tenía antecedentes delictuales. Ni siquiera fui a su matrimonio. Pero mi hija me decía ‘no, papito, si Dios cambia a las personas'. Se equivocó".
El último episodio había ocurrido una semana antes de matarla. Claudia y Sergio discutieron por la leche para Sara y la escena terminó con el tipo persiguiéndola con un fierro. "Mi hija se quería separar. Pero él no se lo permitió. Prefirió matarla".
Nueva Ley
El 21 de noviembre del año pasado, Sergio apuñaló a Claudia. Hasta cansarse. Cuatro de esas puñaladas le costaron la vida a Claudia. Dos días después cumplía 26 años.
La Ley de Violencia Intrafamiliar que entró en vigencia el 7 de octubre del año pasado faculta al Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) a representar a las víctimas y por primera vez el organismo se hizo parte en la acción contra el agresor. La ministra Laura Albornoz estuvo presente en el juicio que se llevó a cabo en La Serena.
La actitud de Donoso en el juicio no le fue indiferente. "En general hay cero arrepentimiento de parte de las personas que cometen estos delitos", comenta Albornoz. "Él se justificaba diciendo que tenía problemas económicos y estaba pasando por un mal momento. Tenía los estereotipos súper marcados: la mujer interesada sólo en su plata, la suegra mala y el hombre bueno e inocente que quería a su niña. No hay reconocimiento del abuso de poder permanente ni la violencia sicológica ni física".
La ministra dice que la condena la deja satisfecha. "Constituye una luz respeto de lo que las mujeres esperan del resultado de la administración de justicia o la utilización de la ley. Hasta la fecha no habíamos tenido un fallo tan promisorio", cuenta. "Cada vez más los tribunales están teniendo una actitud distinta respecto a este tema, pero esto ocurre en un 50 por ciento de los casos". por recorrer".
El caso de Claudia acarreó una complejidad generalizada en estos casos. La mujer había denunciado los golpes de su cónyuge, pero se había retractado, tal como ocurre en la mitad de los casos de mujeres que denuncian. "Tienen sus razones para hacerlo: sienten vergüenza, creen que denunciando van a disolver el núcleo familiar y tienen temor a las represalias." Albornoz cuenta que el peor resultado de la violencia es el desamparo en que queda la familia. "Cuando se asesina a una mujer no sólo se la mata, sino también a los familiares y los niños quedan desprotegidos. Es una familia que se destruye, porque el agresor debe queda recluido".
Albornoz continúa con su relato: "Imagínese cómo construye su historia esa niña sabiendo que su padre mató a su madre y está condenado a presidio perpetuo".
Sara está construyendo su historia con sus abuelos. "Mi nieta se está pareciendo cada día más a mi hija", comenta Gloria, quien tiene la tuición de la menor. "Es como criar de nuevo a mi hija. Va a todas partes conmigo. Me pide que le cuente cuentos y le fascina bailar. Le gusta... ¿cómo se llama esa música loca que hay? Eso, reggaeton", cuenta la abuela.
"A veces echa de menos a la mamá. La llama. Pero se le pasa".
Datos
-Este año van 37 mujeres fallecidas
-Sólo un cuarto de las mujeres que sufren violencia en Chile se atreve a denunciar
-La mitad de ellas se retracta o no comparece
-Las mujeres agredidas tardan entre cinco y siete años en promedio para decidirse a hacer la denuncia.
[José Miguel Jaque]
[23 de octubre de 2006]
[©la nación]
28 octubre 2006
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