[Marcia Franque] Estaban en su casa o ingresaban a ella cuando de pronto se vieron apuntados con un arma en la cabeza, mientras uno, dos, tres y hasta cinco sujetos revolvían y desvalijaban su hogar, gritándoles siempre que los iban a matar. Ninguno de nuestros entrevistados se resistió a entregar todo cuanto tenía. El doctor uruguayo Roberto Bianchi tampoco. Pero a él eso no le sirvió de nada.
El lugar donde nos sentimos más protegidos es nuestra casa. Sin embargo, hoy nadie puede estar seguro en su propio hogar. Basta ver un momento las noticias para confirmar que muchas familias han sido violentadas en él. Ya no estamos hablando de robos que se produjeron en el centro, en barrios periféricos o justo en la esquina de la casa, sino al interior de ellas, justamente allí donde están los tesoros más preciados: nuestros hijos. Aquí no hablaremos de cifras ni estadísticas, de la visión delMinisterio del Interior, de Carabineros, del Ministerio Público ni de los resultados de la Reforma Procesal Penal. Hablaremos de lo que sienten las personas que elevaron la altura de las rejas de sus casas, compraron un kit de seguridad, contrataron guardias para sus condominios o simplemente acordaron con sus vecinos tocar la chicharra si un asaltante entra a sus viviendas.
Clamor Ciudadano
La sensación de inseguridad ha llevado a que la gente comience a organizarse. "Tenemos derecho a vivir tranquilos", "exigimos mayor seguridad", se leía en las pancartas de los asistentes a la manifestación efectuada en Santiago por "Víctimas de la delincuencia", cuyo rostro más visible es el abogado Gonzalo Fuenzalida, quien vivió horas de terror cuando fue asaltado en su hogar y su guagua de apenas ocho meses fue encañonada en la cabeza. ¿No es eso acaso una tortura para ambos padres? Su voz fue tan fuerte que llegó a los oídos de la comunidad, del gobierno, de los medios, de los parlamentarios. Hoy todos hablan de la inseguridad que se vive no sólo en Santiago, sino también en regiones, a pesar de que las cifras dicen que ha bajado el número de denuncias por asaltos. ¿Lo entenderá así Gabriela López, la esposa del médico uruguayo asesinado en el interior de su casa o los matrimonios y familias cuyos miembros han sido maniatados y golpeados mientras desconocidos revolvían y desvalijaban su casa?
Perplejidad y Desamparo
¿Qué pasa con las víctimas?. El siquiatra Sergio Barrualet, experto en Familia y docente de la Universidad de Los Andes, explica que ser objeto de una agresión tan violenta como ésta provoca una profunda inseguridad y angustia, hasta el punto que el afectado puede desarrollar un trastorno por estrés postraumático. "Se produce un distanciamiento afectivo, emociones frías, algo así como una especie de anestesia, luego de lo cual viene un descontrol emocional absoluto. La persona queda desconcertada, perpleja", comenta el profesional.
En el caso de los asaltos al interior de los hogares, Barrualet afirma que la casa es una extensión de lo que nos es propio, por eso las personas que han sufrido este tipo de ataque se sienten violadas en su intimidad. "Es una violencia al espacio en el cual uno habita, a las cosas que uno utiliza, pues se visualiza al delincuente sentado en el sofá, en la cama, y esto afecta mucho, porque nuestros ambientes están impregnados de la presencia de personas que nos ha violentado", explica el siquiatra, quien agrega que la sensación de desamparo es muy alta.
Algo que agrava aún más la situación es que estos sentimientos no se van tan fácilmente, pues las personas quedan vigilantes,como esperando qué otro suceso puede ocurrir. Las familias se tornan más aprensivas y, por lo mismo, los padres se vuelven más restrictivos con los hijos. Claro, es importante saber que en casos como éstos hay que mantener la calma. "Lo más adecuado es expresar tranquilidad a través de la actitud y tono de las palabras, y acceder a todas las demandas, de lo contrario se corre el riesgo de ser atacados", concluye el siquiatra.
Aquí entregamos los testimonios de cuatro personas que han sufrido el horror de ser asaltadas en el interior de sus hogares y cuyas experiencias no hacen sino reafirmar la opinión del experto. Tanto así que ninguna de ellas, excepto Gabriela López, quien libra su propia batalla judicial, aceptó aparecer identificable en las fotografías.
Siempre Gritaban Que Nos Iban a Matar
Sara Queraltó, esposa de James O'Brien. 5 de abril 2006. Jardín del Mar, Reñaca. Dos hijos: uno en casa (26).
"Nosotros veníamos llegando con mi marido del supermercado cerca de las 21.30 horas. Estábamos sacando las cosas de la camioneta. Él bajaba las bolsas y yo las entraba. Cuando ya estaba en la cocina, siento que mi marido me grita y me dice que arranque. Como no entendí qué me decía, me asomé y vi que lo traían encañonado dos tipos, uno de cada lado, mientras los empujaban hacia adentro. Uno me tomó a mí y comenzaron a gritar que nos iban a matar. En eso mi hijo siente bulla, sale y otro tipo lo toma y lo trae encañonado hacia dentro. El cuarto tipo se quedó afuera. Nos robaron casi todo porque habíamos descargado muy poco. El que estaba afuera se dedicó a sacar todo de la camioneta, mientras adentro nos amenazaban de muerte a cada instante, a mi hijo especialmente. A mi esposo le sacaron el reloj, la gargantilla y le pedían plata.
Él trataba de mantener la calma y les decía que se llevaran todo lo que quisieran, pero que no había mucha plata. A gritos nos pedían cámaras, joyas, plata, de todo. Lo único que pensaba era que en cualquier momento iban a matar a mi hijo porque el tipo lo hacía colocarse contra la muralla y le decía "¡te mato! ¡te mato!". Siempre tratamos de mantener la calma y les decíamos que se llevaran todo. Yo les ofrecí la caja con joyas y unos dólares que no habíamos cambiado. Tomaron mi cartera, los anillos, el celular, todo. Dos se llevaron a mi esposo hacia los dormitorios, siempre encañado y revolvieron todo. Yo sentía mucho ruido. A mi hijo y a mí nos llevaron a la cocina, ahí nos tiraron al piso, siempre gritándonos que nos iban a matar. Todo esto duró como media hora. Carabineros llegó 20 minutos después de haberlos llamado nosotros mismos. Los tipos ya se habían ido. Fue atroz, fue una experiencia espantosa, porque todo el tiempo vi a mi hijo amenazado de muerte. A los dos días hubo otro asalto acá arriba en Reñaca y mi hijo justo andaba por ahí, así es que cuando llegó a la casa pusimos las noticias, vimos a uno de los tipos y lo reconocimos...
Sólo uno está detenido y saber eso es terrible. A raíz de esto, mi esposo se empezó a movilizar con los vecinos de la cuadra. Ellos se portaron muy bien, nos apoyaron, tratamos de conocernos más. Mi esposo está tratando de que se contrate un guardia, pero las cosas con el tiempo se olvidan, por eso nos resguardamos levantando la reja, alarmas y todo eso. Vivimos con una sensación de temor tremenda, vivimos enjaulados. Las leyes favorecen a los delincuentes y no a las víctimas. El juicio del único detenido será en agosto y el resto sigue delinquiendo todos los días. Eso no puede ser".
Los Cuatro Nos Apuntaban en la Cabeza
Patricia Novoa, esposa de Cristian Godoy. 30 de agosto 2005. Parcela en camino San Isidro, Quillota. 4 hijos: 4, 12, 13 y 14 años.
"Yo llegué a la casa como a las 19.30. A esa hora, la nana se había ido y mi marido estaba con los cuatro niños. Entré, preparé la comida y como a las ocho, cuando estábamos cenando, vimos a los asaltantes ahí. Forzaron la ventana de mi dormitorio y llegaron a la cocina. Eran cuatro. En realidad, ver a tipos desconocidos, cubiertos con nuestras mismas ropas, fue algo espantoso. Uno le pegó a mi marido con la pistola en la cabeza y lo dejó mal, nos redujeron a todos y nos llevaron hacia la salita donde uno de mis hijos estaba viendo televisión. Los cuatro nos apuntaban en la cabeza con armas.
En ese momento, mis hijos mayores tomaron a los más chicos para protegerlos y ellos les dijeron: "si ustedes hacen todo lo que nosotros queremos, no les va a pasar nada", luego de eso los sentaron en un sillón. A nosotros nos pidieron joyas, plata, caja fuerte (que no teníamos). El pánico fue terrible porque dos semanas antes una banda había matado al médico uruguayo y no sabíamos en qué iba a terminar todo. Mi marido siempre trató de conversar con ellos, en ningún momento hubo gritos ni llantos, sólo tratamos de decirles que no había mucho. Cuando pidieron joyas yo me saqué un collar de plata que tenía puesto y me lo tiraron por la cabeza, insistieron en que querían oro, nos sacamos las argollas con Cristian y después nos amarraron las manos. A él lo pusieron de guata en el suelo y le empezaron a pegar y patear. El líder de la banda se quedó vigilando y los otros tres dieron vuelta la casa. Cuando se dieron cuenta de que no había nada más, sacaron la fantasía que tenía en el dormitorio, nos pidieron los celulares y la plata que teníamos en la billetera. Por suerte que a los niños no les hicieron nada. Todo duró como 20 minutos y nadie se dio cuenta de nada. Lo que pensamos es que estos gallos nos estaban siguiendo desde antes, porque tres semanas antes, mi perro pastor alemán desapareció. Una semana después, mi nana encontró una linterna grande en el portón. Ahí nos dio susto y nos conseguimos un segundo perro y también desapareció.
Luego de eso nos asaltaron. Afortunadamente, los detectives detuvieron al líder a los cuatro días. A los cinco cayeron los otros dos y en noviembre detuvieron al cuarto. Eso nos dejó bastante tranquilos hasta el juicio del 5 de junio recién pasado. Declaramos mi marido, yo y mis dos hijos grandes... y tres de los cuatro delincuentes quedaron libres y fueron absueltos, quedaron como inocentes. No sé cómo fue esto posible porque nosotros los reconocimos, hicimos que los niños se expusieran, que declararan. Al líder sólo lo acusaron de receptación de artículos robados, por eso le dieron de condena sólo tres años. En ese minuto tuve una tremenda depresión. Nadie podía levantarme del piso, porque se supone que los abogados me tienen que defender a mí. Ahora estamos peleando la nulidad del juicio. Esto es patético, porque primero me asaltan, me intimidan, entran a mi casa, la violentan, me roban y ahora están libres".
Todavía Estoy en Tratamiento Médico
Octavio Meyer, esposo de María Clara Benavides. 28 de julio 2005. Miraflores, Viña del Mar. 3 hijos (ninguno en casa).
"Alrededor de las 19.30 horas, sentí unos ruidos en el exterior de la oficina, que está conectada con la casa. Me asomé por la persiana, pero estaba oscuro y no le hice caso. Al rato, nuevamente sentí ruidos, pero en el living, que está medio piso más bajo, me asomé y vi unos bultos y sombras. De inmediato corrí donde mi señora para decirle.
Cuando íbamos al living, nos encontramos con un tipo muy bien vestido, de terno y corbata, de tez blanca, bien peinadito, con un feroz revólver apuntándome en la cabeza. Estaba con la cara descubierta. Hasta ahí, nosotros vimos a éste y a uno más… Rápidamente nos botaron al suelo, nos registraron, nos robaron los celulares, relojes, etc.. y luego nos obligaron a conducirlos al segundo piso, donde están los dormitorios, incluso yo doblé hacia el dormitorio de los niños y uno de ellos me dijo que no, que fuéramos al dormitorio principal. Allá encontramos todo revuelto, porque otros tipos habían subido antes que nosotros y habían registrado todo. Pusieron a mi señora sentada en la cabecera de la cama y a mí a los pies de la cama, en el suelo, cabeza gacha, para que no los miráramos.
Hasta ese momento había cuatro tipos en el dormitorio y al rato entró un quinto, era un niño de 11 años. Eso a mí me sorprendió, porque era un poquito mayor que mi nieto… y bueno, hubo también muchas groserías, a mí me pegaron unas patadas en las piernas, unos palmazos en la cabeza, en realidad fue terrible, porque permanentemente nos estaban apuntando con una arma a los dos. Además, eran muy violentos, sobre todo el más chico. Me pidieron las llaves del velador, de allí sacaron una pistola y un revólver. Después encontraron un revólver de fogueo, que lo dispararon. En esos momentos, lo único que queríamos era que estos tipos se fueran y que se llevaran lo que quisieran. Nosotros estuvimos siempre muy calmados. Estuvieron hasta casi las ocho de la noche. Entraron por una reja y forzaron el ventanal del living. Una vez que encontraron plata y joyas exclusivas, me sacaron el anillo con jabón líquido, me preguntaron dónde estaban las llaves del auto, se robaron un computador, salieron y se llevaron el auto. Ningún vecino escuchó nada porque nos dejaron amarrados por las muñecas y los tobillos, además de amordazados. Con mucho esfuerzo mi señora logró soltarse y no pudo comunicarse con Carabineros. Entonces llamó a un vecino y éste finalmente contactó a la policía. Mientras tanto, él vino a la casa y cortó las amarras de alambre que nos habían puesto. Al final eran cinco delincuentes y los pillaron a todos. Entiendo que el menor está en Santiago, no sé si en libertad. Para el resto aún no se ha hecho el juicio porque la defensora tuvo un problema en Argentina y no pudo venir, así es que postergó para el 20 de julio. Por todo lo que vivimos quedamos con temor. Al principio, cuando escuchaba ruidos, llegaba a saltar. De hecho, todavía estoy en tratamiento médico para lograr estar más tranquilo. Mi consejo, en general, es tratar de llevarles el amén en todo y facilitarles las cosas, porque si uno se opone es fatal".
A Mi Marido Lo Mataron Como a un Animal
Gabriela López, viuda del médico uruguayo Roberto Bianchi. 12 de agosto 2005. Calle Asturias, Viña del Mar Alto. Dos hijos: 3 y 4 años.
"En la casa estaba mi marido, las dos visitas francesas y mis dos hijos. Yo me encontraba en un curso en el Hospital Naval. Como a las 20.30 horas me llama Carabineros a mi celular y me dicen: "señora Gabriela, una desgracia ocurrió en su casa". De inmediato me puse a gritar desesperadamente, pensé en mis hijos, porque se suponía que ese día mi marido debía trabajar en La Calera. Me dijeron: "sus hijos están bien, pero su marido sufrió una fuerte herida de bala y va gravemente trasladado en ambulancia al Hospital Naval. Recuerdo que fui corriendo, llegué a Emergencia y lo vi en coma. Luego fue operado, pero no resistió. Esa misma noche las visitas me contaron cómo fue todo. Estaba mi marido, ellas y los niños y de pronto llegaron tres hombres vestidos de negro, armados. Saltaron la reja y entraron brutalmente a la casa por la puerta principal. Dos a cara cubierta y el asesino a cara descubierta. De inmediato mi marido encerró a los niños en la cocina y alguien puso llave para que no salieran. Entonces, estos criminales los trasladaron desde el living hasta el cuarto de juegos que queda al lado. Los acostaron a los tres boca abajo, atados de manos y pies con corbatas de mi marido. Les decían que miraran al piso. Pedían dinero, caja fuerte. Mi marido en ningún momento se resistió. Les dijo siempre que se llevaran el auto, las billeteras y todo. Sé que hubo un intercambio de palabras entre mi marido y el asesino, después de lo cual éste le disparó intencional y fríamente. Mi marido quedó musitando unas palabras y las francesas le dijeron que no se preocupara, que buscarían ayuda. Él dijo "sí, sí, sí" y a los pocos segundos cayó en coma. Después de eso, los criminales se fueron. Gracias a Dios, mis hijos no vieron nada, pero nos arruinaron la vida. Nos aniquilaron.
Teníamos un proyecto fantástico de vida en Chile. Mi marido estaba fascinado con Viña del Mar. Vinimos a buscar la tranquilidad, queríamos criar a los hijos acá. Les tuve que explicar a los niños que el papá se fue al cielo, que los doctores no lo pudieron curar y que sufrió un accidente en la cabeza. Aún no saben la verdad. Respecto a la justicia, le dieron 20 años de cárcel a Antón González, y 16 años a Luis Astudillo. Eso me tiene totalmente decepcionada porque no entiendo cómo no consideraron alevosía si se comprobó cómo lo mataron. Siempre pedí que la pena del asesino fuera proporcional al daño que nos hicieron. Nos quitaron al marido, al padre, y le quitaron la oportunidad de desarrollarse y crecer como profesional. Vivíamos para trabajar, estudiar y estar con los hijos. A mi marido lo mataron como a un animal".
[Marcia Franque]
[1 de julio de 2006]
[©mercurio de valparaíso]
02 julio 2006
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