[Manuel Torres A.] Archivos del crimen. Escalofriante parricidio de las Cajitas de Agua conmocionó al Chile de 1923 tanto como el asesinato de Hans Pozo. Suplementera descuartizó al esposo y lo arrojó en paquetes al Mapocho. La prensa se involucró de tal manera en la resolución del homicidio que ofreció dinero para que la gente reconociera restos en la Morgue
Al igual que la conmoción que provocó el brutal descuartizamiento de Hans Pozo, hace 82 años los habitantes del provinciano Santiago también quedaron de una pieza tras la sucesiva aparición de trozos humanos en diversos puntos de la urbe.
Luego de varios días de suspenso se estableció que los restos eran del suplementero Efraín Santander Jara, de 47 años, quien tenía su quiosco en la esquina de Jofré y Lira.
Pero la mayor sorpresa fue enterarse de que detrás del escalofriante crimen no estaban las manos de asesinos profesionales, sino que la desatada ira y el afilado pulso de Rosa Faúndez (32), la esposa de la víctima, quien también pertenecía al gremio.
A la Deriva
A media tarde del miércoles 6 de junio de 1923 Ismael Gatica Labbé limpiaba como a diario las rejas de las Cajitas de Agua de Plaza Italia, los canales del alcantarillado que se ubicaban donde hoy está la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, hasta que de repente vio flotando un paquete atrapado entre los hierros.
Con la ayuda de un palo acercó el bulto, lo puso en tierra firme y con algo de recelo comenzó a desenrollar una sanguinolenta edición del 4 de junio de 1923 de La Nación, que entonces se imprimía en formato mercurial. Pero casi se le paralizó el corazón cuando al finalizar su tarea se encontró con ¡una pierna izquierda doblada y amarrada con cáñamo! Inmediatamente alertó del escabroso hallazgo a los policías de la Segunda Comisaría. Esa misma noche y en el mismo lugar el limpiador del canal encontró otro paquete, esta vez con vísceras.
Al día siguiente el desaparecido diario ‘Los Tiempos' publicó la noticia en exclusiva, lo que desató toda clase de especulaciones y comentarios entre expertos, "la gente de la calle y la que viaja en tranvías".
Se dijo, por ejemplo, que por la fineza del corte se trataba de "criminales avezados", que por la dura tarea eran varios los autores y hasta se sospechó de los estudiantes de medicina, siempre ansiosos por llevar a la práctica sus conocimientos de anatomía patológica.
Se secaron los canales del sector de Plaza Italia, pero el rastreo no arrojó resultados positivos.
Nuevo Mazazo
El viernes 8 de junio la sociedad santiaguina volvió a estremecerse con un nuevo descubrimiento: Un niño que jugaba a las bolitas con su amigo frente al 2079 de calle Germán Riesco encontró, dentro de un saco y envuelto en un trozo de hule, un tronco sin cabeza, con los brazos, pero sin las manos.
El trozo de cuerpo lucía una sucia camiseta marca "Cóndor de Oro". En el segundo botón tenía enrollado un mechón castaño de mujer, por lo que también comenzó a conjeturarse respecto de un turbio triángulo pasional.
"Jamás la Morgue había intervenido en un crimen tan horroroso", declaró el forense Toro Amor, luego de informar el resultado de la autopsia.
Macabro
En el informe se presumía que la víctima había sido aturdida con un golpe en la cabeza y descuartizada viva. En su estómago se detectó chicha y harina tostada.
La prensa también hacía sus propias observaciones para determinar la identidad y origen de los restos.
En La Nación se afirmaba que se estaba en presencia de una persona "decente por su cutis blanco, fino y limpio".
Y para ayudar a resolver el misterio, los medios informaron profusamente del caso. Publicaron fotos del descuartizado, ofrecieron altas sumas de dinero por pistas e incentivaron a la gente a visitar la Morgue para reconocer los restos de la víctima que se exhibían públicamente sobre una bandeja. La colas eran enormes.
Pistas
Los efectivos de la Sección de Seguridad concluyeron que el cáñamo usado para atar la pierna era el mismo que utilizaba la imprenta de La Nación para atar los diarios. Por esa razón citó a varios suplementeros a la Morgue para ver si alguno de ellos identificaba a un compañero desaparecido.
Así fue como uno de los canillitas comentó que hace días que echaban de menos a un colega apodado ‘El Águila', de apellido Santander.
Con estos datos se logró precisar que el desmembrado era Efraín Santander Jara, de 47 años, oriundo de Talca y condenado cuatro veces, tres por ebriedad y una por estafa. Su dirección particular era la pieza 12 de un cité de Santa Rosa 353.
Dos detectives llegaron a la casa de la víctima. Una mujer de regular estatura, pero de contextura vigorosa, les abrió la puerta. Era Rosa Faúndez.
Cuando le preguntaron por su esposo ella respondió, muy suelta de cuerpo, que desde el domingo no llegaba al hogar, por lo que suponía que estaba con su amante de Valparaíso.
Desconfiados, los policías volvieron al día siguiente a la cité, pero esta vez los acompañaba su jefe, quien llevaba el hule blanco en el que estaba envuelto el tórax y un sobre con el mechón castaño.
Tras revisar bajo la cama de la pequeña habitación los policías hallaron cáñamos y, debajo de un baúl, un pañuelo manchado con sangre. También se llevaron un zapato del dueño de casa.
Pese a las evidencias ella se mantenía impávida. Fue entonces que el jefe de la policía sacó el trozo de hule y lo puso sobre la mesa. Calzaba perfecto con el mantel de la mujer. Y por más que trató de desentenderse, no pudo explicar cómo lo había perdido. Se la llevaron al cuartel.
Durante el interrogatorio se negó a confesar la autoría del crimen, así que la trasladaron hasta la Morgue para ver si ante la pierna izquierda se decidía a hablar. Y así ocurrió cuando los detectives calzaron perfectamente el zapato en la extremidad.
Confesión
Sin asomo de pena o arrepentimiento, Rosa confesó. Precisó que todo comenzó la noche del domingo, cuando le recriminó a su marido su constante ebriedad.
El crimen se habría desencadenado en la madrugada del lunes, antes de que el hombre se marchara a buscar los diarios.
Efraín le pidió 30 pesos a Rosa, quien se los negó porque pensó que él se los daría a su amante. No era para menos, ya que le había descubierto una carta donde ‘la otra' le pedía ayuda económica. El suplementero enfureció ante la negativa y la abofeteó. Pero ella lo agarró del cuello hasta que lo ahorcó.
Luego arrastró su cadáver hasta un baúl y lo metió adentro.
Un matrimonio y cuatro suplementeros que le pagaban pensión en la cité no se percataron de nada.
Enseguida Rosa sacó el mantel de hule de la mesa, lo puso en el piso y con un afilado cuchillo cocinero cercenó el cuerpo y lo dividió en varios paquetes. De noche y en victorias públicas arrojó los bultos.
El martes 12 de junio, en el lodo del canal Las Hornillas, frente al 648 de calle Vivaceta, aparecieron la cabeza y dos manos de Efraín. El jueves se halló en un canal de Providencia la pierna derecha.
La mujer fue condenada a 25 años de cárcel, pero al cumplir cinco salió libre. Y como si nada se fue a vivir a Vivaceta con otro suplementero y regresó al quiosco que tenía con su ex marido en Lira.
Era Buena Pa' los Combos
Para la policía y los ciudadanos siempre quedó la duda de que Rosa hubiese actuado sola. Pero sus pensionistas nunca confesaron haber colaborado en el crimen.
Según conocidos de Rosa ella era una mujer fiera. Cuentan que en una de las tantas peleas con su marido le clavó un cuchillo en la pierna. En la cité tenía fama de malas pulgas, mientras que los suplementeros la trataban con respeto y "nadie había tratado de requerirla de amores". Además, era buena para los combos.
Incluso se comentaba que había tenido muchos amantes, entre ellos varios delincuentes, quienes al conocer su lado bravo la habían abandonado para salvar el pellejo.
[Manuel Torres A.]
[10 de mayo de 2006]
[©la cuarta]
10 mayo 2006
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