[Dalia Rojas] "Viví con el demonio en mi casa". Marcela Carrillo, víctima de violencia intrafamiliar y condenada por el homicidio de su ex conviviente. Luego de 7 años de agresiones físicas, sexuales y sicológicas, Marcela decidió pagarle con la misma moneda a su ex pareja. Dos hombres debían golpearlo, pero se les pasó la mano. Marcela hoy está condenada en primera instancia a 20 años de presidio como autora intelectual de homicidio. Reclama que nunca fue su objetivo. Pero sobre todo, que en su caso nadie ha tomado en cuenta las atenuantes.
"Era un tipo encantador, muy respetuoso conmigo y con mis hijos, y luego de establecer una relación sentimental de un año, decidimos que queríamos vivir juntos. Para mí, él era una ayuda inmensa porque yo me sentía muy vulnerable, y él era increíble conmigo". Así comienza a relatar Marcela Carrillo una historia que la llevó a vivir una vorágine de violencia y que terminó con una condena de 20 años de presidio, pena dictada por el Primer Juzgado del Crimen de Los Ángeles.
Luego de quedar viuda con dos hijos, a los 27 años, la decisión de vivir con este tipo encantador, ciudadano nicaragüense, de 39 años, de nombre Mario Abaunza, desató una historia que le cambió la vida. "Vivía con el diablo en mi casa", dice hoy.
Al año de convivencia, Marcela enfermó de pielonefritis, por lo que tenía que estar en reposo. "Ese día llegó muy tarde, como a las 12 de la noche, y en vez de entrar por la puerta, saltó la reja y se metió por la cocina. Cuando llegó al dormitorio me arrancó las tapas de la cama y me vació el contenido de la bebida encima. No conforme con esto, me golpeó y me mordió el brazo. Me arrastró por las escaleras y a punta de patadas me fracturó dos costillas. Me fui a la casa de unos vecinos desde donde llamamos a Carabineros. Él se llevó mi camioneta y cuando fue encontrado estuvo cinco días preso, no te imaginas lo que pasó después... cuando volvió a la casa".
Luego de siete años de estar bajo la violencia y la amenaza de Mario, su nana, quien sufría de maltrato en su propio hogar, le dijo que él debía vivir en carne propia los golpes. Luego de una de las tantas golpizas, ella decidió pedir la ayuda de dos hombres para que cumplieran esta tarea. "Como él compraba y vendía cosas para tener drogas, le dije que me habían dado un dato de unos computadores baratos y lo puse en contacto con estos tipos. Pero luego me arrepentí de hacerlo, por las represalias que podría tomar contra mí". Sin embargo, Mario ya estaba obsesionado con ir a ver los computadores, y luego de insultos y amenazas, a Marcela no le quedó otra alternativa que seguir con lo establecido. "Fuimos en la camioneta a un lugar con maleza, iba él, mi nana, y los dos tipos. Ellos se bajaron, y en el camino, ambos tipos se arrepintieron de darle una paliza, entonces le dijeron que no, que todavía no iban a ver los computadores. Pero él entró en cólera y empezó a ponerse violento con los tipos". Cuando los hombres volvieron, le dijeron a Marcela que le habían dado unos "punzazos" en las piernas a su esposo. En realidad, Mario José Abaunza Hunter había recibido heridas de muerte.
Marcela fue condenada a 20 años de cárcel como autora intelectual de homicidio calificado, un fallo en el que -cuenta Marcela- "no se tomaron en cuenta los atenuantes ni una serie de antecedentes".
Antes del juicio, tanto su nana como ella estuvieron en la cárcel durante dos años. "Yo llegué muy mal a la cárcel, imagínate que veía a los gendarmes con las metralletas y me sentía segura. Ni siquiera me acuerdo de los seis primeros meses allí", relata hoy.
En el Departamento de Extranjería consta que Mario José Abaunza Hunter tuvo anotaciones en el Estado de Florida por posesión de drogas, fue arrestado en varias ocasiones entre 1973 y 1993, por posesión de cocaína, marihuana y barbitúricos, agresión a la policía , resistencia al arresto, violencia intrafamiliar, robo y allanamiento de morada. En Chile, en los años 1997 y 1999, estuvo con orden de arraigo por giro doloso de cheques, emanado por el Tercer Juzgado del Crimen de Los Ángeles. Por estos motivos le fue revocado el permiso de permanencia definitiva del país y se decretó su expulsión el 21 de noviembre de 2001. También le fue negada su permanencia en Estados Unidos, luego de vivir ahí por 24 años.
"Yo traté de ayudarlo, porque era la única forma, la posibilidad de que no me golpeara más, por eso lo llevé a Alcohólicos Anónimos y a la Clínica Adventista donde fue tratado con pellets, que deberían haberle durado un año, pero el efecto sólo duró dos meses, y luego abandonó el tratamiento".
Muchos de los malos tratos sufridos por Marcela constan en testimonios de cercanos en el proceso judicial, como el de Herminia Maldonado, quien trabajó como asesora del hogar en casa de Marcela desde 1993 a 1994: "La encerraba en el dormitorio matrimonial y le pegaba, yo sentía los gritos de ella y los golpes que le daba y luego Abaunza salía de la casa y yo encontraba a la señora Marcela toda golpeada, con la cara morada, el cuerpo igual y sangraba de la nariz. Esto ocurrió en varias ocasiones. Incluso una vez el caballero me dio un golpe de puño en la boca y me botó un diente de la mandíbula superior. Tuve que ponerme prótesis. La trataba de ‘puta de mierda, maraca' y otras groserías. Siempre andaba curado, con los ojos brillantes".
Marcela cuenta que los maltratos físicos se convirtieron en agresiones sexuales, y finalmente terminaron en un embarazo. Olga Gómez Davis, su amiga y matrona, relata en el proceso que "en el período en que estuvo embarazada, Marcela tuvo que arrancarse varias veces a Victoria, a la casa de sus padres. Los primeros cinco meses de embarazo ella estuvo con síntomas de aborto a raíz de los maltratos físicos. Yo misma lo amenacé con denunciarlo si volvía a cometer agresiones físicas con Marcela".
El nacimiento del niño no mejoró la situación, ya que él lo alejó de Marcela y le quitó la lactancia. Esto desató una profunda depresión en ella, y terminó en intento de suicidio por lo que estuvo internada en el Hospital base de Los Ángeles. El médico que la trató era el psiquiatra Fernando Herrera Sagredo.
Hoy el caso está en la Corte de Apelaciones de Concepción. "Me parece injusta la pena, porque yo nunca tuve la intención de matarlo, yo no planifiqué un asesinato y, además, fui yo misma quien relató en Investigaciones cómo habían ocurrido lo hechos, jamás se me cruzó por la cabeza mentir o esconderme de la justicia". Marcela relata que si la condenan cabe la posibilidad de que se lleven a su hijo a los Estados Unidos, porque el hermano de Mario está pidiendo su tuición. "Si lo llevan allá, va a estar en otro submundo, porque según el propio Mario me contaba, el abuelo de mi hijo estuvo preso y sus hermanos son narcotraficantes. Yo le pido a la justicia que se consideren todas estas cosas, que se entienda que las medidas cautelares frente a la agresión doméstica no sirven. Estoy dispuesta a llegar a las últimas instancias para que consideren mi caso".
[Dalia Rojas]
[26 de mayo de 2006]
[©la nación]
26 mayo 2006
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