15 noviembre 2006

el canalla de cuncumén

Archivos del crimen. Sara López terminó con un hacha los años de sufrimientos a manos del ‘canalla' de Cuncumén. Descuartizó a esposo que la golpeaba y violaba a hijita. Con la ayuda de sus pequeños, se deshizo en un saco de los restos de Luis Alberto Jeria. Bestial homicidio estremeció a Chile en el verano de 1958.
En enero de 1958 el país estaba con los ánimos caldeados en momentos en que el segundo mandato de Carlos Ibáñez del Campo llegaba a su fin, con fuertes conflictos sociales y económicos.
Nueve meses después ganaba la elección presidencial el ingeniero Jorge Alessandri.
Pero en Cuncumén, localidad ubicada a una hora y cuarto de la capital, entre Melipilla y San Antonio, sus habitantes vivían apartados de esos vaivenes en medio de la pobreza, al ritmo de la crianza de animales y la siembra de los campos de sus patrones.
A comienzos de febrero de ese año los lugareños fueron sacados de sopetón de su bucólica existencia.
La policía había detenido a una humilde mujer, de baja estatura, madre de cinco pequeños, que a fines de enero había cometido uno de los crímenes más atroces.

Él o los Suyos
Esta escalofriante historia había comenzado 12 años antes, cuando Luis Alberto Jeria contrajo matrimonio con Sara López Ulloa.
Se fueron a vivir a una choza de paredes de barro y techo de totora a los pies del cerro ‘El Pilco'. El hombre había hecho de la holgazanería un hábito y del vicio una profesión, porque se consideraba con mala suerte.
Descargaba su furia contra su esposa, para quien era imposible oponerle resistencia.
Ya había nacido Luchito, su hijo mayor. Luego vino Sarita. Cuando la chicoca tenía 6 años el hombrón abusó de ella, lo que su esposa supo.
No fue la única vez, pero ella guardó silencio, esperando la oportunidad de la venganza que rápidamente se incubaba. A los otros niños los golpeaba.
El 29 de enero Luis Jeria logró hacer un ‘pololito' y en vez de parar la olla se fue de juerga a Melipilla. Regresó muerto de curado y al no encontrar a su mujer intentó satisfacer sus bajos instintos con su hija. La niña arrancó y fue encontrada por su madre.
Al entrar a la casa vio a su marido roncando atontado por la tomatera. Fue la oportunidad que esperaba.
Tomó un hacha y descargó un certero golpe que decapitó a Luis. Luego con un cuchillo desmembró los restos mientras Luchito y Sara la ayudaban a colocar los trozos en un saco. Flor, de 7 años; Román, de 3, y Francisco, de 2, miraban el espeluznante espectáculo desde una pieza.
La sangre la acumuló en un tiesto que después dejó a los chanchos para que la bebieran.
En dos viajes al cerro se deshizo del descuartizado, cuyos restos fueron comidos por los hambrientos perros.
Esa noche durmió tranquila en su cama junto a sus cinco niños, porque, según su confesión, se había liberado del ‘canalla' que las tenía sometidas a ella y a su hija mayor.

"Tenía Que Matar a Eesa Fiera Humana"
Al tercer día del asesinato Sara López preguntó a Carabineros si su marido había caído preso por ebriedad.
Fue entonces cuando el comisario de Investigaciones de San Antonio, Pedro Acuña, tuvo una ‘tincada' y la interrogó luego del hallazgo de unos huesos.
Tras tres horas la uxoricida confesó. No le quedó otra, ya que sus dos hijos mayores estaban retenidos. Ellos afirmaban que el papá se había suicidado.
"Hace doce años que me casé para mal de mis pecados con el Lucho. Nunca imaginé que algún día iba a tener que matar a esa fiera humana. Porque el Lucho era un animal disfrazado de hombre. Si supieran lo que sufrí junto a él. Día y noche me insultaba, les pegaba a los niños", admitió.
Sobre los abusos a su hija mayor, Sarita, relata: "Lo supe hace dos años, cuando lo hizo por primera vez. Mi pobre chiquilla tenía seis años. El salvaje la dejó herida de gravedad y no hablé por temor a que nos asesinara".
Pagaron los niños: Madre pasó 10 años presa y a ellos los mandaron a un hogar
La justicia halló culpable a Sara López, de 36 años, quien pasó los siguientes 10 años de su vida tras las rejas.
De nada sirvió para mitigar la dura condena el crudo relato de su existencia junto a Luis Jeria, reproducido en los medios de prensa.
La Cuarta logró encontrar a la ‘pequeña Sarita', quien actualmente tiene 55 años.
Nada le ha regalado la vida a ella y a sus hermanos, los que con mucho esfuerzo han salido adelante y formado a hijos y nietos.
Para ella el pasado ahora aparece difuso, con lagunas, algo que está muy guardado, casi para olvidar, sobre todo a la hora de hablar de lo que ocurrió.
"No me acuerdo de nada, éramos muy niños", explica.
En manos de la justicia ella, su hermano mayor y su madre, la pequeña Flor del Carmen debió hacerse responsable del cuidado de los pequeños Román y Francisco.
"No quiero que los chiquillos sepan que mi papá está muerto", comentó a los periodistas que fueron a verla a la choza mientras ella rastrojeaba la basura para darles de comer a los hermanos.
Condenada y encarcelada Sara López, sus hijos fueron enviados a la Ciudad del Niño, en San Miguel, donde crecieron y se educaron.
"Nada qué decir de ella. Era una excelente mamá, muy buena. Toda la vida trabajó como nana o en lo que podía".
La emoción aflora cuando recuerda los pocos momentos de su niñez.
"Estuvo diez años presa. Sufrimos lo indecible, porque mi mamá sólo nos podía visitar una vez al año, durante la Pascua".
Sara López murió en 1999 en la capital junto a los suyos. Tenía 77 años.
[Marcelo Romero G.]
[15 de noviembre de 2006]
la cuarta]

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