[Barrancas] "La experiencia fue tremenda porque los tipos me apuntaron con sus armas", dijo la víctima, todavía en estado de shock. Eran las 19.30 horas del miércoles. La dueña del almacén ‘La Flor de Chile', Rossana Carreño, terminó de atender a unos clientes y tranquilamente retomó la lectura de un libro, sentada plácidamente en la caja del negocio.
En un par de segundos, su inalterable soledad se vio bruscamente quebrantada. Dos delincuentes jóvenes, con sus rostros cubiertos con gorros pasamontañas, irrumpieron violentamente en el local comercial de calle Tacna 222, a pasos de Lautaro, en pleno corazón de Barrancas.
Como en las películas, los antisociales le contaron el motivo de su ingrata visita: "Esto es un asalto. No nos mire a la cara", le dijeron los hampones, aparentemente jóvenes de no más de 25 años.
"La experiencia fue tremenda. Al principio pensé que era una broma, pero luego los tipos me empezaron a apuntar con sus armas. Cada uno andaba con una pistola. Y yo siempre le he tenido pánico a las armas", confesó ayer la comerciante afectada, todavía en estado de shock por la horrible experiencia.
Mientras uno de los pistoleros continuó intimidándola con el arma, el otro accedió hacia la parte interior del mesón de atención. Desde la caja extrajo poco menos de 100 mil pesos, correspondiente a la recaudación del día. No contento con el botín, siguió buscando dinero e incluso registró los bolsillos del pantalón de la comerciante, quien en ese momento nunca perdió el control. "Le pedí que no me tocara y les expliqué que no tenía más plata", recordó Carreño.
El antisocial que la estaba apuntando dejó su pistola en el mesón y de entre sus ropas extrajo una bolsa plástica, donde echó más de 80 cajetillas de cigarrillos que permanecían en una de las repisas del almacén.
Tras cerciorarse de que efectivamente no había más dinero en el negocio, los encapuchados emprendieron rápidamente la huida a pie, en dirección a la parte alta de Barrancas.
Una de las cosas que más llamó la atención de la víctima fue la "impecable" vestimenta que llevaban ambos sujetos. "Uno de ellos andaba con un blue jeans focalizado, prácticamente nuevo, y con una chaqueta de buzo brillante. No tenían pinta de delincuentes", contó.
"Lo más terrible de todo esto es que uno no puede estar tranquila. Como que presentía que algo me podía pasar. Uno no sabe si la están mirando o estudiando. Más encima me dijeron que iban a volver. Anoche (antenoche) quedé deshecha e incluso quería cerrar el negocio para siempre", aseveró.
Rossana Carreño confesó que "ya no sé que hacer. ¿Tendré que comprar un arma? Tampoco puedo poner rejas, porque esto es un almacén y no botillería".
[Carlos Rodríguez Ilabaca]
[1 de junio de 2007]
[©líder de san antonio]
01 junio 2007
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