A sus 49 años, la vida ha castigado duro a Myriam del Carmen Canelo Roa. Afectada de epilepsia y de problemas sicológicos que se evidencian al escucharla, esta cuidadora de vehículos que deambula por la calle Valparaíso y otros sectores del Puerto, reconoce que en su adolescencia cayó en el abuso del alcohol y las drogas, flagelos que pudo superar tras conocer el Evangelio. Se casó pero la vida en pareja no funcionó. Tuvo tres hijos, dos mujeres y un varón. Con la mayor señala que no tiene contacto. La otra, Margarita del Carmen, desafortunadamente falleció el reciente 24 de febrero a los 34 años por un ataque cardíaco cuando estaba embarazada. Dejó tres hijos que están ubicados en casas de parientes del progenitor.
Pero Myriam ha pasado la mayor parte del tiempo con Carlos, de 21 años, afectado de retraso mental y a quien habla como si fuera un bebé. Con él ha protagonizado difíciles momentos, que en más de una ocasión ha sido publicada en la crónica roja.
"Mi hijo a los 13 años fue apuñalado por una mujer y hace algunos años un grupo de delincuentes entró a robar a nuestra casa. Yo fui violada el año pasado", asegura.
Mujer e hijo durante 15 años residieron en un terreno ubicado en el sector La Poza en San Roque, en el kilómetro 6 del antiguo camino a Santiago. Eso hasta que la semanas pasada la mediagua que en 1998 adquirió en el Hogar de Cristo fue desmantelada y perdió todos sus enseres. Acusa a gente del sector que sentiría animadversión en su contra. Lo cierto es que ahora ambos circulan sin rumbo fijo. Para sustentarse tienen 41 mil pesos de una pensión asistencial asignada al muchacho, que no asiste a alguna escuela especial.
Junto A los Muertos
Myriam vende parches curitas o simplemente ‘machetea' dinero en las micros y en las calles con su triste historia a cuestas.
También suplica comida a locatarios o transeúntes que logran conmoverse por su caso. Ahora el problema es la falta de un lugar para vivir, por lo que han optado por dirigirse hacia el cementerio Nº 3 de Playa Ancha. En horas de la noche ingresan por lugares no habilitados y burlando la vigilancia de los guardias llegan hasta la tumba de su hija Margarita. "Con la ropa puesta, sin frazadas, dormidos los dos abrazados en un banco, con la fotografía de ella en la falda. Otras veces mi hijo instala unos cartones en el suelo y se acuesta al lado de la tumba. No sentimos miedo, solo algo de frío hasta que amanece cuando nos retiramos a seguir pidiendo ayuda a la gente. Acá nos sentimos seguros y lejos de la gente que nos quiere dañar". Sabe que una vez que se sepa de su acción será difícil que le permitan descansar junto a su hija. Por ello aspira a que algún municipio la ayuden con la entrega de una mediagua donde pueda reiniciar la vida con su retoño. Hoy sin teléfono ni dirección fija, se la ubica durmiendo al costado del estero Marga Marga , en el hospital Fricke o donde los pille la noche.
En una de esas usted la encuentra cuando visite el cementerio.
[20 de abril de 2006]
[©estrella de valparaíso]
20 abril 2006
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