28 junio 2006

el chacal de carrascal

[Marcelo Garay V ] ‘Excitado' por el trago Chacal de Carrascal violó y mató a niño. Francisco Varela (54) sació su enfermizo apetito sexual con pequeño de 6 años el Jueves Santo de 1954. Archivos del crimen. Manchas de semen, cabellos canos y laceraciones en el cuerpo del menor permitieron a los policías capturar a la cruel bestia. "Sentí deseos de abusar de él", reconoció el depravado, quien tenía preferencia por los niños. La investigación policial estableció que el criminal era zurdo o manco, lo que finalmente fue su perdición. El violador y asesino Francisco Varela Pérez (54) será recordado como uno de los más brutales y repulsivos criminales de la historia policial chilena. Y no precisamente por haber sido un vagabundo ebrio y harapiento que deambulaba por el antiguo barrio Carrascal. El deleznable mérito que lo consagró en el "pergamino" de los peores asesinos del país se concretó cerca de la medianoche del Jueves Santo de 1954, cuando violó y asesinó al pequeño Luis Vergara Garrido, de apenas 6 años, en un bestial arranque de locura etílico-sexual que confesaría más tarde al ser detenido por la policía: "El vino me excita", diría.

Horroroso

La mañana siguiente una vecina del barrio Indus halló el cuerpo sin vida del pequeño Luis, tendido en las cercanías de una parada de micros de la época. El cadáver yacía boca abajo, sin calzado ni pantalones y el resto de la vestimenta rota y ensangrentada.
Casi sin aliento la mujer dio un grito desgarrador que alertó a otros transeúntes. Luego de cubrir el pequeño cuerpo con un manto negro que vestía, la mujer dio aviso a la policía. En el lugar los peritos de la Brigada de Homicidios de Investigaciones consiguieron -sin mucho esfuerzo- las primeras pistas que permitirían cazar al chacal. Manchas de semen, cabellos canos y laceraciones en el cuerpo del menor provocadas por las uñas permitieron a los policías elaborar un perfil del violador y homicida. La hipótesis policial apuntaba a un hombre de unos cincuenta años, alto, fornido, y lo más llamativo, que utilizaba preferentemente la mano izquierda. La explicación: Varela sólo tenía un muñón en su brazo derecho.

Otro Ataque
Con esos datos la policía peinó el barrio Carrascal. Más de cuarenta sujetos fueron detenidos e interrogados. En especial hombres cincuentones, alcohólicos, vagabundos y zurdos. A todos se les cortaron las uñas para someterlas a exámenes que permitieran hallar residuos sanguíneos que coincidieran con el tipo de sangre de la víctima.
En medio de las diligencias la policía recogió el testimonio del joven José Aguilera (17), que resultó clave para dar con el chacal. El muchacho narró que el día 19 de abril -dos días después del hallazgo del niño Luis Vergara- un sujeto había intentado violarlo. Por fortuna unos transeúntes lo socorrieron cuando Varela lo trataba de ahogar en una acequia. El joven declaró que el sujeto no había utilizado la mano derecha.

Depravado
El día q
ue fue detenido se encontraba borracho. En ese estado confesó el repulsivo crimen del menor. Cronistas de la época relatan que los policías se detuvieron en una cantina para que bebiera vino y así evitarle un shock de abstinencia. No recordaba con precisión cuándo ni dónde había violado al pequeño. Sólo que estaba ebrio y que al ver al menor sintió deseos de abusar sexualmente de él. "Sentí deseos de abusar de él. Lo tomé del cuello y lo coloqué contra la pared, pero no logré hacer lo que quería", confesó.

Viejo del Saco Ultrajaba Sólo a Jovencitos

Aunque la leyenda del ‘Viejo del Saco' ya tenía varios años de vida en la memoria colectiva cuando Francisco Varela cometió el último de sus crímenes, lo cierto es que su vomitiva acción le hizo merecedor de ese calificativo con el que se ‘asusta' a los pequeños para conseguir que cumplan con una tarea o el deber de comerse la comida.
La figura de aquel viejo recorriendo las calles con un saco negro, que miraba y observaba a los niños que se portan mal y que incluso se los cocinaba para comérselos, se realzó tras el crimen del niño Vergara. Pero el también ‘Monstruo de Carrascal', como fue apodado Varela tras el hecho, había potenciado su psicopatía al calor del alcohol y de su despreciable aspecto. A los policías no soló confesó que el vino alentaba su apetito sexual. Además les dijo que las mujeres lo despreciaban, incluso las prostitutas. Interrogado si había violado a alguna fémina, el depravado relató que lo había hecho en el norte, a una "indiecita". Con esa carga, su gusto eran los muchachos jóvenes. Violaba entre uno y dos por mes, narró. Lucho cayó en garras del maldito cuando buscaba ayuda para su madre golpeada Una historia de abandono y desprotección marcó la breve vida del menor Luis Vergara Garrido hasta el día en que fue ultrajado y asesinado por ‘El Chacal de Carrascal'. Testimonios entregados por vecinos del barrio Indus y consignados en la prensa de la época no sólo dieron cuenta de la desgraciada vida que llevaba el menor, sino también de que el ambiente de violencia que a diario vivía en su casa de Quinta Normal. El día en que fue ultimado por Varela, el pequeño deambulaba por la calles, como era común en él. Sólo que esa noche salió de su hogar arrancando de una pelea que su madre Uberlinda Garrido (27) sostenía con su conviviente, José Vivanco (34). Esa noche el hombre llegó ebrio y golpeó a la mujer. El conato fue presenciado por el menor, quien ofuscado huyó de casa para pedir ayuda. A pesar de que ambos adultos salieron en su búsqueda, no pudieron impedir que el pequeño cayera entre las garras de sus asesino, al poco rato de deambular sin destino por el sector. Fue tal el sentimiento de culpa que embargó al padrastro que éste ni siquiera tuvo el valor de ingresar a la morgue para reconocer el cuerpo del niño. "No me extrañó su ausencia. Creí que andaba con otros pequeños", declaró Vivanco a la policía

Callejero

Luis llevaba una vida lejos de las aulas de clases. De hecho no asistía al colegio y, a pesar de que había sido matriculado en uno de la comuna, el pequeño nunca aprendió a leer.
Su hábito diario siempre fue la calle y era común verlo mendigando monedas en el desaparecido Teatro Lo Franco, para ingresar a las funciones de cine de la época. Allí hizo sus amigos de infantiles aventuras. En la puerta de ese anfiteatro fue encontrado muchas veces por su madre. Otras en la Estación Mapocho encaramado en los vagones o bañándose en el lecho del río capitalino, a la altura del Puente Bulnes.
[Marcelo Garay V .]
[28 de junio de 2006]
la cuarta]

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