14 junio 2006

lo cortó en 19 pedazos

[Marcelo Garay V.] Archivos del crimen. Carnicero de San Felipe eliminó brutalmente a su amigo en 1947 para apoderarse de su abultada fortuna. El Tucho Caldera asesinó y cortó en 19 partes a empresario árabe. Sádico homicida utilizó documentos falsos para casar a su hija con el veterano palestino, dueño de un emporio de telas. Lo enterró oculto en cajitas de sombreros.
Pillo, sádico, avaro, matón y busca pleitos. Así era Alberto Hipómenes Caldera García (53), conocido en la historia policial chilena como ‘El Tucho Caldera'. El tristemente célebre carnicero de San Felipe que selló su carrera criminal con el salvaje homicidio y descuartizamiento de su amigo, el empresario árabe Demetrio Amar Abedrapo (67), para apoderarse de su fortuna de 17 millones de pesos.
Corría mayo del año '47. Y mientras muchos estaban pendientes de los 90 millones de dólares depositados en un banco de California, cuya herencia se disputaban familiares de Alejo Barraza Méndez (El Chileno Rico), en San Felipe la desaparición del empresario árabe era comentario obligado entre sus habitantes.
El emporio de telas que Amar poseía en la calle Prat N° 226, a metros de la Plaza de Armas, no abría sus puertas al público desde la mañana del 10 de mayo de ese año.
Ese día el empresario palestino supo que se había casado con María Rosa Caldera (24), hija adoptiva de ‘El Tucho'. Pero también se enteró de que este último se había apropiado de su patrimonio. ¿Cómo?

Trampa
Caldera lo entusiasmó a comprar unos terrenos en el sector de Barrancas, en Putaendo. Para ello se valió de la complicidad del notario público, Rafael González Prats, quien dio validez legal a dos documentos que resultarían clave para su macabro propósito.
Amar no sabía leer ni escribir en español, pero ‘El Tucho' consiguió que ‘dibujara' su firma en un falso documento de compraventa. En verdad se trataba de un poder que le entregaba la potestad administrativa de todos sus bienes y otro en el que aceptaba el matrimonio con su hijastra, realizado un mes antes en el Registro Civil de San Felipe, en ausencia del árabe.

La Cabeza
Molesto, cerca de la medianoche del 10 de mayo, Amar se dirigió hasta la casa de Caldera, en la calle O'Higgins, para aclarar el asunto. Pero el destino quiso que lo encontrara en la Plaza de Armas, donde se enfrascó en una discusión que terminó luego en la casa del empresario, cuando ‘El Tucho' le asestó un golpe mortal en la cabeza.
Aperado de martillo, un hacha, una sierra y un serrucho, utilizó sus dotes de carnicero y en casi siete horas cortó el cuerpo en 19 partes, según se constató en la morgue de San Felipe.
Un mes más tarde, tras ser detenido, relató con frialdad al ministro de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Marco Antonio Vargas, que dos días después de esa macabra noche trasladó las partes del cuerpo hasta su domicilio, ocultas en cajas de sombrero.
Al día siguiente ordenó a su sirviente, Aníbal Chaparro, que llevara las cajas hasta la quinta que éste poseía en el sector de ‘El Almendral'. Allí cavaron dos hoyos de 2,5 metros de profundidad, donde finalmente las enterraron. Las vísceras las tiraron en una alcantarilla Montado en su caballo y guiado por un choncho bajo una oscura noche en el Valle del Aconcagua, el propio ‘Tucho' trasladó el cráneo destrozado de Amar envuelto en un saco. "Llevo la cabeza de un finado", respondió arrogante a la pregunta de unos lugareños esa madrugada.

Gozaba Viendo Morir Animales
La malvada personalidad del ‘Tucho Caldera' escondía además un goce psicopático desarrollado al fragor de su oficio de carnicero: La sangre. Los cronistas de la época narran que gustaba de arrojar gatos vivos a unos perros que mantenía en el patio de su casa, para deleitarse viendo cómo eran devorados. Incluso, una vez lanzó un caballo enfermo "por el solo placer" de ver cómo lo despedazaban.
Pero además de sus prácticas enfermizas al "Tucho Caldera" le penaban también otras culpas. Extrañas muertes ocurridas en su entorno que quedaron en la eterna duda. El deceso de un hermano menor de Caldera nunca quedó claro si fue suicidio o asesinato. La desaparición de una sirviente que por desobedecerle, murió luego devorada por los mastines de Caldera en un "extraño accidente". O el muchacho sordomudo que desapareció tras declarar en su contra en un litigio judicial con una mujer llamada Juana Figueroa.
Aunque todos le atribuían esos crímenes a ‘El Tucho', judicialmente nunca se aclaró si el sanguinario carnicero tuvo que ver en esos hechos.
Una leyenda criminal: Mató, robó ganado, lideró feroces motines y desafió a la muerte
En San Felipe no sólo el homicidio del empresario Demetrio Amar marcó a Antonio Caldera como un sujeto que hasta el día de hoy es recordado como un monstruo en ese pueblo cordillerano de la Quinta Región.
Antes de asesinar al empresario árabe, ‘El Tucho' ya había pagado dos homicidios en la ex Penitenciaría de Santiago. En su nefasta biografía criminal se cuenta además una condena de 10 años de presidio por robar el ganado a una hacendada que, curiosamente, resultó ser tía del abogado que lo defendió más tarde por el homicidio de Amar.
Fiel a su fama sólo cumplió siete años de la condena, tiempo durante el cual mantuvo una fiera hostilidad hacia sus celadores y encabezó varios motines en el penal de San Felipe, en demanda de mejores condiciones carcelarias.
Pese a lo macabro su crimen no sorprendió a quienes habían sufrido en carne propia de su agresividad y el cartel de matón que ostentaba desde que apenas era un niño, cuando aterraba a compañeros y maestros de escuela. Con esa fama creció hasta convertirse en uno de los hombres más temidos de la zona. Incluso cuando fue militante radical hacía de las suyas en elecciones, intimidando a opositores políticos.
Pero ese terror que infundía en vida pareció ser sólo un escudo que le permitía imponerse por sobre los demás. Sin embargo, su arrogancia se desmoronó en un dos por tres a escasos minutos de enfrentar el pelotón de fusilamiento, en 1951. Al grito de "aquí verán morir a un valiente", fue conducido al paredón.
Pese a su advertencia, Caldera fue presa del pavor como todos los casi 60 condenados a muerte en Chile. En la antesala de la muerte fue traicionado por su esfínter y defecó en sus ropas. Nadie vio morir a un valiente.
[Marcelo Garay V.]
[14 de junio de 2006]
la cuarta]

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