03 septiembre 2006

a siete años del asesinato de josé cayo

[Iquique] [Percy Avendaño G.] Muerte en el Cerro Dragón. Lo que comenzó como un tranquilo paseo a los faldeos de Cerro Dragón se convirtió en pocos minutos en una experiencia macabra. Hace siete años, jóvenes del grupo de teatro Tiempos estaban en la zona para grabar la representación de la obra Jesucristo Superestrella. Uno de los jóvenes actores comenzó a remover piedras y crear parte de la ambientación del video.
De esta manera distinguieron entre las piedras un pantalón de mezclilla y un par de zapatillas negras. Al revisar con mayor detención se dieron cuenta que habían encontrado osamentas humanas.
El hallazgo ocurrió a las cuatro de la tarde del 21 de junio de 1999. Un par de horas después llegó carabineros y más tarde, personal de la Brigada de Homicidios, quienes lentamente procedieron a levantar el cuerpo.
Al día siguiente se entregó la identidad de la persona que fue encontrada bajo piedras en los faldeos de cerro Dragón. No fue difícil identificarlo porque se encontró la billetera y los documentos de identidad. Era José Cayo Henríquez, de 16 años, quien seis meses atrás había desaparecido desde su barrio en calle Tamarugal a la altura del 3900.
Su desaparición y muerte quedó archivada hace más de cinco años en el Tercer Juzgado del Crimen por falta de antecedentes. "Hubo un momento en que no se dieron más diligencias y las personas que podían entregar antecedentes prefirieron callar", afirma Débora Henríquez, madre de José.
Han pasado casi ocho años y el recuerdo de su hijo sigue firme en su memoria, pero al mismo tiempo reconoce que el dolor tiene que guardarlo y que, en un momento de entereza, se dio cuenta que debía seguir adelante por sus hijos que viven con ella. "El dolor no desaparece, pero uno tiene que seguir adelante y no quedarse estancada".
En este momento ya no espera nada de la policía o los tribunales.
Todas las semanas visita la animita de su hijo que marca el lugar donde fue oculto durante siete meses en los faldeos de Cerro Dragón. Sostiene que la animita ha crecido y que poco a poco, amigos y familiares de José han aportado para levantar sombrillas e instalar asientos, "como un pequeño hogar para él".
Hace pocas semanas tuvo que enfrentar un problema, el camino de acceso está cerrado con una barrera y candado. Ahora tendrá que concurrir hasta las oficinas de la empresa sanitaria para conseguir permiso y pasar por el lugar y llegar hasta la animita de su hijo.
El recuerdo de José sigue firme. En su billetera mantiene fotografías de sus hijos. José era el mayor, luego le sigue Malu, de 22 años, y Diego, de 15 años, quien está en enseñanza media.
Débora Henríquez trabaja como asistente de párvulos en la Escuela Italia. Su jornada de trabajo comienza a las siete de la mañana y termina pasadas las 16 horas. Luego tiene el tiempo justo para asistir a clases. Está estudiando asistencia de párvulos en el Liceo Politécnico. Lleva dos años y aún le faltan dos para finalizar. Su agenda de trabajo es apretada. Llena de actividades entre el colegio, sus hijos y sus clases.

Actividades
José también tenía una agenda apretada de actividades. Estudiaba en el liceo politécnico. Su deseo era terminar la enseñanza media. "El me decía que quería egresar de cuarto medio porque yo se lo pedía", sostiene su madre. Luego de clases participaba en las actividades del baile religioso Los Morenos Hindúes y también era un activo participante de los grupos de catequesis y juveniles en la parroquia Santa Teresita. En más de una ocasión le dijo a su mamá que tenía intenciones de ingresar al seminario. Su vocación estaba por servir a Dios y abrazar la vida sacerdotal.
Por eso mismo, Débora no comprende qué fue lo que ocurrió la noche del 7 de diciembre de 1998 cuando José desapareció.
José Cayo no tenía enemigos o personas que deseaban hacerle daño. "No era conflictivo y tampoco se metía en problemas. No tenía muchos amigos y era bien cercano a la familia y a su casa. Su vida estaba en el baile religioso y en la parroquia", sostiene su madre.

Desaparición
Ese día salió a las 19 horas con su hermana Malú en dirección a casa de una amiga de ella. Tenían permiso hasta la medianoche. José y Malú llegaron hasta esa casa. La joven ingresó, pero José se quedó afuera, en la calle y se encontró con un compañero de curso que vivía en la misma cuadra que él, a siete casas de distancia. Caminaron por el sector.
A medianoche, Malú regresó a su casa sola. Pensó que su hermano mayor ya había llegado o que estaba con sus amigos. Pero José no regresó.
En ese punto, los testimonios de las personas que vieron por última vez con vida a José comienzan a difuminarse. Su amigo de colegio testificó en los tribunales siempre ante presencia de los padres.
Esa misma noche Débora fue a casa de los amigos de José. En la primera oportunidad afirmaron que el joven se alejó del grupo para ir al baño. En una segunda oportunidad afirmaron que José se acercó a conversar con personas que estaban en un auto blanco.
Sin embargo, esa versión es complicada. "Nunca afirmaron qué marca era el auto, cuántas personas estaban en el auto o cómo eran",
Débora sostiene que ese compañero de curso de José sabe más de lo que aportó a la investigación. No cree que tengan que ver con la muerte de su hijo, pero sabe datos que no han dicho. "Puede que sea por temor o para no meterse en problemas".
Y las sospechas continúan. El compañero de curso que estuvo con José esa noche no se acercó más a la familia. Ya en una entrevista el 9 de agosto de 2001 a La Estrella, Débora Henríquez, afirmó que ese amigo de José y la familia de él se alejaron de la casa y tampoco asistieron a los funerales.
Siguen siendo vecinos. Viven a siete puertas de distancia, pero no tienen contacto. Siempre coinciden en la calle, pero no saludan, miran para el lado o se evitan. Desapareció la relación que existía.
La teoría de que Débora Henríquez estima la más plausible es que José vio o escuchó algo que no debía. Que fue testigo de algo y que por esa razón fue asesinado. Por eso mismo no se resigna a que el caso quede cerrado sin culpables. Existe información que no se ha entregado y ella, en su fuero interno, tiene la esperanza que en algún momento esos datos lleguen a su poder y logre saber qué fue lo que ocurrió con su hijo.
Por meses esperó que los datos llegaran. "Incluso podrían hacerlo por otras vías, una carta anónima, una confesión a un sacerdote. Hay maneras de ayuda y mantener el anonimato".

Hipótesis
La Estrella también entregó una hipótesis, dos días después de hallado el cuerpo de José Cayo. En el auto blanco habían tres jóvenes que supuestamente serían integrantes de una pandilla y habrían cobrado venganza porque José se juntaba con una joven, polola de uno de los que iba en el auto.
La venganza es una alternativa para este caso. A José lo asaltaron. Si hubiese sido ese el motivo no se habrían encontrado junto a sus restos la billetera y también una zapatillas que su propio padre, Manuel Cayo López, le había comprado poco tiempo antes.
Otro punto que sustenta esta teoría es el informe de la autopsia. De acuerdo a lo informado por Débora Henríquez, los exámenes realizado a los restos de José muestran que el adolescente recibió fuertes golpes en el cráneo antes de su muerte. También hubo golpes después del deceso.
Su madre cree que José fue atacado para darle una especie de escarmiento y que en un momento la golpiza fue excesiva y provocó la muerte del estudiante.
Sin embargo, toda esta información se encuentra archivada. Actualmente no se está investigando y hace años que la familia no se ha acercado a tribunales.
"Es un trámite que ya no sirve", afirma Débora.
A esta altura ella afirma que lo importante es mantenerlo en el recuerdo y seguir adelante. "Llegó un momento que yo misma me dije que no podía deprimirme, que debía seguir adelante". Y así fue.
Todos los días, Débora y sus hijos salen de su casa, miran al frente y observan el Cerro Dragón. Por meses pensaron que José había escapado, como lo dijo una vez su padre Manuel a La Estrella. Durante todo ese tiempo salieron a buscarlo. Incluso se internaron en la duna, pero nunca pensaron que durante todo ese tiempo su hijo estaba justo detrás del Cerro Dragón. Ahora, todas las semanas rodean el cerro y van a dejar flores.
[3 de septiembre de 2006]
[pavendano@estrellaiquique]
estrella de iquique]

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