08 junio 2006

desaparecidos sin un adiós

[Rosa Zamora] Hace casi dos años, María Cid López, 35 años, madre de un niño que se empina por los 8, salió de su casa en Puente Alto junto a su marido. Mientras él realizaba un trámite en una oficina pública de la comuna, ella fue a comprar a un supermercado ubicado a no más de 30 metros del lugar. Allí se perdió su rastro.
El caso se ha convertido en un complicado rompecabezas para la Brigada de Ubicación de Personas de la Policía de Investigaciones. "Los informes que hemos hecho ya no caben en una carpeta, llenan archivadores", grafica el subjefe de la unidad, subprefecto Eduardo Rendich. "Se han realizado rastreos físicos de los alrededores de su domicilio, del lugar donde estuvo, de los sitios donde pudo haber estado. Se han efectuado cientos de entrevistas, pero no la hemos podido encontrar. ¿Teorías? Varias, pero las teorías no nos sirven".
¿Cómo puede perderse la gente a plena luz del día, sin dejar rastro y desde sitios concurridos? De nuevo la respuesta tiene más suposiciones que certezas, aparte de la enervante sensación de que a cualquiera le puede pasar. Como que en los tres primeros meses de búsqueda de Jorge Matute, entre noviembre de 1999 y febrero de 2000, las policías hallaron once cadáveres que nadie andaba buscando, recuerda David Yáñez, periodista del diario El Sur de Concepción a quien correspondió cubrir ese largo y triste proceso.

Once Años Sin Él
No son los únicos casos. Quizá uno de los más estremecedores sea el de Paolo Esteban Videla Sepúlveda, que desapareció hace casi 11 años, cuando tenía 14 y estaba con su padre y compañeros de trabajo en una casa de veraneo ubicada en la parte alta de Quintero. Era el 1 de julio de 1995. Cerca de las 17 horas le pidieron que fuera a comprar cigarrillos a un almacén cercano. La dueña del negocio fue la última persona que lo vio.
Su madre, Myriam Sepúlveda, ha movido cielo, mar y tierra para hallarlo, pero todo ha sido en vano. El muchacho no tenía problemas en el colegio, con familiares ni pololas; no llevaba más dinero que el vuelto de 150 pesos de los cigarrillos y ni siquiera tocó la mochila con que había llegado al balneario, dentro de la cual estaba intacta la plata que había llevado para el viaje.
En ese tiempo se solía esperar 48 horas antes de que las policías empezaran a buscar a una persona extraviada. Como ha reiterado la madre por todos los medios, el inicio de la búsqueda demoró 20 días porque la denuncia y la orden de investigar tuvieron que ir y volver hasta y desde el tribunal de Quillota, pero mientras tanto ella hizo -y sigue haciendo- todo cuanto pudo y lo buscó hasta debajo de los puentes, sin descartar lugar alguno. Pero ha sido como si la tierra se hubiera tragado a Paolo.

Diferentes Destinos
Una situación parecida ha tenido que sufrir la familia Fernández Ruiz, de la X Región, cuyo hijo Jordan desapareció del internado del Liceo Industrial de La Unión el 16 de diciembre de 1997, cuando tenía 15 años. Su padre, Ruperto, lo fue a buscar el viernes para llevarlo a casa y el muchacho no estaba. Preguntó por él a compañeros y profesores, pero nadie lo había visto. También había desaparecido su cama y su colchón, lo que algunos interpretaron como señal inequívoca de una fuga, cosa que indigna a sus padres. Pero en concreto, Jordan no aparece hasta el día de hoy.
En cambio, Andrea Díaz Román se perdió en 1993, a los 10 años, cuando iba al colegio, y sus restos fueron hallados doce años después, el 11 de mayo de 2005, en el mismo lugar donde su madre, Haydée Román, y la síquica de Chimbarongo, Isabel Ávila, habían afirmado que estaban: a tres calles de su casa, en la comuna de Recoleta, enterrados en el patio de la que fuera la vivienda de su violador y asesino confeso, Luciano Fernández Campusano.
El caso conmovió al país, entre otras cosas porque la mentalista apuntó al lugar un año antes; la madre se introdujo a la propiedad sin permiso y pidió infructuosamente orden de excavar. Cuando la empresa que compró el terreno empezó a realizar obras en el lugar, Haydée habló con los trabajadores, les pidió que tuvieran cuidado y les aseguró que su hija estaba enterrada allí. Así era.

Tres Años Después
El 20 de julio se cumplirán tres años desde la desaparición del peluquero quinterano Eduardo Fernández, cuyo rastro se perdió un domingo por la tarde, luego de que estuvo viendo fútbol en algunos restoranes cercanos a su casa. Como no llegaba, su esposa, Julia Cuadra, salió a buscarlo y a preguntar por él, pero todo fue en vano. Tras horas de angustia, presentó la denuncia en la subcomisaría de Carabineros de la comuna.
Dieciséis meses después, en noviembre de 2004, la pareja quinterana integrada por Jorge Rizio y Nataly Cortés, que había sido vecina del desaparecido, fue detenida por otra causa en Santiago y requerida por el Juzgado del Crimen de Quintero por su presunta participación en el hecho. Ella declaró que su conviviente era el autor del crimen; detalló la forma en que había ultimado al peluquero y dijo que arrojó el cuerpo en el sector rocoso denominado ‘Quebrada de la Virgen'. Pero la búsqueda efectuada por las policías fue infructuosa y después la mujer se retractó. Tras meses de detención, la pareja salió en libertad provisional, pero ni el proceso ha concluido ni Eduardo Fernández ha aparecido.
La señora Julia pidió ayuda a la empresa que desarrolló el robot ‘Arturito' para delimitar el área de la búsqueda, pero hasta ahora no ha obtenido respuesta. Su marido se perdió cuatro días antes de que ambos celebraran su cuadragésimo segundo aniversario de matrimonio. "Toda una vida juntos -se lamenta- porque al tiempo que llevamos casados hay que agregarle cinco años de pololeo". Nunca pensó que esto le iba a pasar a ella. "Siempre creí que estaba vivo…hasta el día que detuvieron a esta pareja. Pero yo lo voy a seguir buscando mientras tenga fuerzas", asegura. Es más, aun cuando halle a su marido y lo encuentre muerto, está dispuesta a seguir ayudando a personas que tengan la desgracia de vivir una experiencia como la suya.

Lenin Zúñiga
Un calvario parecido ha vivido desde el 5 de septiembre de 1999 la familia del joven garzón viñamarino, Lenin Zúñiga Araya. En la madrugada de ese día el muchacho, tras salir de su trabajo, concurrió a la casa de unos amigos y luego a un pub. Se le perdió la pista en la subida Ecuador de Valparaíso.
Cuatro meses después, fueron detenidos cuatro jóvenes, uno de los cuales (José Luis Escobar) se declaró autor material del asesinato. El grupo habría asaltado y arrojado a Lenin al mar por un acantilado en el Tercer Sector de Playa Ancha.
Sin embargo, al igual que en el caso del peluquero Fernández, Escobar se retractó de sus declaraciones, afirmando que las había formulado bajo presión. El cuerpo del joven nunca fue encontrado y los inculpados quedaron en libertad.

Nunca Se Supo
Por cierto, no son los únicos casos. Leonel Zamora, técnico acuícola de la V Región, conoció una extraña desaparición cuando trabajaba en un centro de cultivo de salmones en Puqueldón, en la isla Lemuy de Chiloé. "Era un vecino del pueblo al que todos conocíamos como don Lulo. Tenía una embarcación muy antigua en que pescaba y también viajaba a buscar madera a las islas Guaitecas; era uno de esos viejos navegantes chilotes sumamente experimentados. Un día no regresó. Se avisó a la Armada y empezó la búsqueda. Hallaron la embarcación en el canal Yal, pero sin huellas de él. Los buzos rastrearon el fondo, pero nada. En el pueblo surgieron todas las hipótesis imaginables. Nunca apareció. Lo más raro de todo fue que el lanchón estaba sin el ancla".
Y una periodista porteña recuerda otro caso acaecido en el sur. En la década de los 80, el pescador Jose Santana, que andaba por los 30 años, abordó una barcaza para dirigirse a su casa en bahía San Pedro, costa de Osorno. Nunca llegó a destino. Con el tiempo, su esposa Jeannette rehizo su vida con el hermano del esposo perdido, en medio de las aprensiones de la familia que pensaba que un día podía volver. Pero eso nunca ocurrió.
[Rosa Zamora]
[7 de junio de 2006]
mercurio de valparaíso]

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